Una de las disputas más intensas e interesantes en el mundo de la propiedad industrial y en particular de las patentes, es la existente entre las instituciones e inventores de la tecnología de edición genética conocida como CRISPR (Clustered Regularly Interspaced Short Palindromic Repeats).
Así, la Universidad de California, el Broad Institute del MIT y Harvard llevan años enzarzados en disputas sobre los derechos de exclusiva de esta tecnología que está definiendo la nueva frontera de la biomedicina, cuyo mercado potencial se estima de hasta 6 billones de dólares en 2022.
La primera de las batallas por la propiedad industrial de esta tecnología la ganó el Broad Institute a principios del año pasado. Siguiendo una reclamación por parte de la Universidad de California contra el Broad Institute, la Oficina Patentes de los Estados Unidos dictaminó que las patentes del Broad Institute sobre la aplicación del CRISPR a un entorno celular no eran tan obvias.
La contienda tiene sus ramificaciones en Europa donde recientemente la Oficina Europea de Patentes ha denegado una serie de patentes al Broad Institute por un error formal (omitieron a unos de los inventores en las extensiones PCT de varias de sus patentes prioritarias americanas). Ello no ha permitido a la EPO entrar en el fondo del asunto y valorar adecuadamente la concurrencia de los requisitos de patentabilidad de los desarrollos del Broad Institute quien ya ha confirmado que recurrirá la decisión.
Además de la dura competencia entre las dos instituciones norteamericanas por monopolizar los desarrollos fundacionales del CRISPR, el gran desafío de la llegada al mercado de esta tecnología revolucionaria será la necesidad de identificar y comprender adecuadamente todo el entramado de patentes, con sus respectivos titulares y tecnologías, que pueden condicionar la obtención de licencias a terceros para el desarrollo de futuras aplicaciones en animales, humanos, agricultura, etc.
A día de hoy, ya se han identificado más de 4.000 solicitudes de patentes relacionadas con esta tecnología y en muchos casos sus titulares deberán obtener autorización de la Universidad de California y del Broad Institute para explotar sus invenciones. Este es el caso de empresas como Du Pont o Novartis. Incluso MPEG LA, entidad que gestiona el pool de patentes asociado al video compresor MPEG-2, está organizando ya otro pool de tecnologías CRISPR, que ya cuenta con la participación del Broad Institute, que facilite la compleja cuestión de sus licencias.